domingo, 1 de mayo de 2011

Las guerras sin rostro y la justicia selectiva: hipocresía occidental

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La actualidad libia ha traído de nuevo la guerra a las portadas de todos los periódicos y ha demostrado, una vez más, que el interés del ciudadano se centra en la última hora, en la moda, en el instante, en fin: en el hablar por hablar. El reciente conflicto en Libia envió a la despreciada “letra pequeña” la crisis nuclear de Japón al tiempo que colocó entre los grandes titulares en negrita los asuntos relacionados con el país norteafricano.

Pero conviene destacar un tema más importante que la mentalidad esencialmente efímera de la prensa actual y de sus lectores: se trata de la flagrante falta, tanto de una opinión crítica como de una visión global de la actualidad bélica en el mundo. Más allá del sendero que Occidente está tomando es de vital importancia conocer las tensiones, rivalidades y conflictos que se están dando en el mundo. ¿En qué otros lugares, a parte de los más que célebres Irak, Afganistán y ahora Libia, están produciéndose combates armados?, ¿es occidente consecuente en su política de guerra? Son preguntas a las que hay que responder para poder discernir cuándo se interviene realmente por el bien del pueblo autóctono y cuando no así como esclarecer cuál es el papel y el motivo por el que occidente ha enviado sus tropas a Libia y no a otros lugares.

La resolución 1973 de Naciones Unidas que autoriza el uso de la fuerza para asegurar el espacio aéreo libio achaca al régimen de Gadafi “detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones sumarias”, cosas que evidentemente no ocurren ni en China, ni en Guantánamo, ni Chechenia ni más recientemente en Siria…  ¿En qué se diferencia Libia a estos países? Probablemente Gadafi era un líder visible, pero sin aliados poderosos dispuestos a apoyarle.

 

El mundo y sus conflictos, una aproximación global

Conflicts around the world

Lo primero que emerge de este gráfico es la sensación de que Afganistán, Irak, Libia e Israel (este último si cabe) son tan solo la punta del iceberg del mapa de los conflictos alrededor del mundo. Curiosamente, sólo son conocidos en Occidente los conflictos en los cuales están destinadas las tropas de dicha región y que presentan un riesgo de bajas europeas o americanas. Salvo algunas excepciones consistentes en pequeños destacamentos de la OTAN o Cascos Azules de Naciones Unidas a estados africanos, no se oye hablar en los medios de los conflictos de África central y atlántica ni de los de Asia. Nótese que en el mapa anterior, todavía no se han incorporado los conflictos más recientes del mundo acaecidos desde 2001.

Una segunda observación emerge: ¿Porqué Europa ha vendido armamento a dictadores que oprimían a su pueblo del mismo modo antes que ahora? ¿Porqué Occidente se pavonea de bloquear las cuentas suizas de dichos dictadores mientras que meses antes se vanagloriaban de cerrar contratos armamentísticos millonarios? Bélgica con sus fusiles FN, España con sus astilleros y sus bombas, Francia con sus misiles Exocet y sus cazas Mirage… Todo ello por no hablar de Rusia, el principal suministrador de armamento a potencias dictatoriales o que no respetan los derechos humanos o el más célebre vendedor de armamento a grupos terroristas de toda índole: los cazas Mig y los rifles de asalto AK-47 (Kalashnikov) son los ejemplos tristemente más célebres. Occidente ha armado los dictadores o los grupos terroristas que ahora quiere eliminar en nombre de una supuesta defensa de la democracia.

A escala más global, ¿Qué criterio seguir para analizar más en profundidad estas guerras? Existen varias vertientes de clasificación como la naturaleza de los conflictos, método que sigue la organización del Premio Nobel pero para poner en evidencia que los occidentales estamos equivocados al pensar en qué ponemos de relieve cuando intervenimos en los puntos más incandescentes, es conveniente analizar las guerras en función de los muertos que provoca anualmente. Naciones Unidas define como “conflictos mayores” las guerras en las que mueren más de 1 000 personas al año…

 

Conflictos mayores: más de 1000 muertos al año

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Algunas preguntas a plantearse antes de clausurar con el mal llamado apartado de los conflictos mayores son por ejemplo ¿por qué Estados Unidos no interviene en México, un país bajo su influencia geopolítica directa, que no deja de generarle problemas de inmigración y en el que una resolución del problema de la droga terminaría con gran parte del éxodo humano hacia el norte y con la mayoría del tráfico de droga hacia Estados Unidos? Además incrementaría notablemente la calidad de vida del pueblo mejicano al despojarle de un problema mayor en su sociedad: la droga.

En Somalia, han perecido cerca de 400.000 personas debido al conflicto interno. Salvo la breve incursión norteamericana, ningún presidente aboga por restablecer un gobierno estable promoviendo los intereses de las pocas personas de origen somalí que intentan encontrar una salida a la desesperación y frustración a la que están condenadas (la media de vida en Somalia es de 50 años). Una intervención que, además de ayudar a toda la población desamparada de ese país, terminaría con la piratería en la región… El motivo principal es que Somalia no ofrece expectativas económicas a los países que podrían intervenir.

¿Y qué hay de India? El gobierno indio ha pedido apoyo para solucionar un problema creciente entre rebeldes maoístas y el gobierno central, pero India no presenta ningún interés estratégico para Occidente y por ello no merece la pena sacrificar tropas y, al final, credibilidad política para “nada”. Dicho problema causó alrededor de 1.100 bajas en 2010, persiste desde finales de los 60 y parece presentar un difícil remedio. Y mucho más se podría decir sobre Sudán, Pakistán o Yemen, países que como se ve son de toda índole: aliados o independientes de occidente, con regímenes próximos a la democracia o no, en vías de desarrollo o en plena crisis humanitaria y aún así, ningún país occidental desea enviar sus soldados a esas regiones y ningún periódico defiende intervenciones en esas regiones. Todo suena demasiado lejano…

 

Las otras guerras latentes

Evidentemente, éstos no son los únicos conflictos latentes en la actualidad. No tendría sentido describir los motivos de cada una de las contiendas que se van a citar a continuación puesto que el interés de este artículo es demostrar la hipocresía de la sociedad occidental y la maldad de los gobiernos de los países poderosos al intervenir con la bandera del humanitarismo en algunas regiones y condenar al olvido otras en un estado mucho peor y con problemas mucho más enquistados: la “indignación es selectiva” en estos momentos. Por ello es importante, al menos, darle cara y ojos a estos conflictos sin rostro.

Podría hablarse del conflicto entre Corea del Norte y Corea del Sur que desde 1948 ha dejado ya 2.000.000 de muertos y en el que nadie se atreve a intervenir. Continuar con el conflicto Israelo-Palestino que, descontando las bajas por guerra “oficial” ya ha causado 120.000 defunciones desde 1947 y en el que solo Estados Unidos se atreve a interceder políticamente en busca de una resolución que obviamente le beneficiaría (estabilizaría una región extremadamente inflamable con un aliado fortísimo en medio). El resto de Occidente mantiene su silencio y su falta de iniciativa para proponer una resolución como la que con tanta presteza han promovido para Libia. La insurgencia Filipina (120.000 muertes desde 1969), Indonesia y su conflicto en Papua (100.000 bajas desde 1969), la crisis del Kashmir y Jammu en India que desde 1989 ha dejado 68.000 muertos, el Bolochistán causante de 2.500 bajas en la región fronteriza entre Irán y Paquistán desde 2004, Nigeria, Chad, Rusia (en su región caucásica), Uganda, Congo, Zaire, Cambodia, Sudán, Laos, Turquía (en la región del Kurdistán y del Karabah), Colombia, Argelia, Angola, Kirguistán, Namibia, Nepal, Uzbequistán, Georgia, China (en Uighur, las islas Spratly además de sus cárceles y sus torturas sistemáticas), Burma, Perú (con su Sendero Luminoso)…  Todo ello por no hablar de los diferentes países musulmanes en los que revoluciones democráticas están teniendo lugar (Yemen, Siria, Bahrein…) y en los cuales, nadie ayudará a la población rebelde que está siendo tiroteada por motivos muy diversos que van desde la falta de intereses o el riesgo diplomático dependiendo de los aliados que presenta el país a intervenir.

Cabe destacar también que el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) se ha declarado incompetente para juzgar a Rusia sobre las limpiezas éticas acaecidas en Osetia del Sur y en Abjasia. Otra prueba del extraño valor de occidente para defender la democracia mundial y lo peor es que cada día los diarios nos traen nuevas pruebas de nuestra asombrosa cobardía (o miedo diplomático).

Conflictos igual de importantes a nivel humano y social que el que está ocurriendo en Libia pero mucho menos importantes a ojos de los gobiernos por su falta de ventajas geopolíticas. Mención especial merece la actuación de Arabia Saudita respecto a esta primavera árabe por su extraña hipocresía o sarta de intereses. Mientras por un lado apoya al gobierno de Bahrein para frenar la revuelta por la libertad, por otro soporta las decisiones Occidentales para intervenir en Libia y salvar la democracia. Aceptar la ayuda de Arabia Saudita en esta guerra por la “auténtica” libertad es sin duda alguna, un claro ejemplo de honor y honestidad por parte de Occidente y una prueba irrefutable de la veracidad de los sentimientos de apoyo que Europa profesa por Libia y su revolución… Todo roza la ridiculez.

Desde el punto de vista socio-occidental, de nuevo, la falta de muertes mediáticas (muertes diarias, ataques brutales televisados…) implica que ya no se hable de estos conflictos que ni siquiera Naciones Unidas considera como “conflictos mayores”. En definitiva, se trata de conflictos televisivamente menores por culpa de nuestra escasa opinión crítica y por la falta de intereses por parte de los gobiernos para intervenir en estas regiones. Para los dirigentes, los contras pesan más que los pros demostrando, una vez más, que el dolor de la población es un argumento carente de la prioridad que se nos quiere hacer creer que tiene en el seno de los gobiernos.

 

Ver más allá de su propio ombligo: un deber moral de los ciudadanos

Es entristecedor ver que todas las personas en España conocen de memoria el nombre y la cantidad de los aviones desplegados por el gobierno español en Libia (concretamente 4 cazabombarderos F/A-18A Hornet, de fabricación estadounidense y modificados a lo largo de los años en España) además de la fragata y demás unidades destinadas a la misión de Naciones Unidas, pero no conocen la naturaleza, ni en general la existencia, de los conflictos alrededor del mundo donde mueren más personas de forma, si cabe, más injusta todavía. Es igualmente pobre la tapadera que otorga una decisión de Naciones Unidas aún cuando detrás de una resolución de intervención bélica tan solo existen intereses económicos, estratégicos, geopolíticos, diplomáticos y financieros disfrazados de una hipócrita filantropía para la ayuda al más desfavorecido. Pero la marca UN sirve para evitar las manifestaciones “No a la guerra” y eso a los gobiernos les hace falta en tiempos de crisis… Como si la ocupación occidental en Afganistán o la grandilocuencia devastadora de Libia fuesen evidentemente ventajosas para los habitantes de esos países. El escenario idílico, y casi hollywoodiense, de honor mezclado con militarismo es una unión elementalmente peligrosa.

El objetivo de este texto no es oponerse a toda intervención militar. Existen algunos casos en los que, por su naturaleza, el contexto político imperante u otras vicisitudes del momento, una solución militar (de naturaleza bélica, de interdicción o de apoyo humanitario) puede ser necesaria. Pero en todo momento hay que plantearse si la forma de dicha solución es realmente provechosa para las personas que van a sufrir la intervención y moralmente aceptable para los gobiernos que van a enviar las tropas recordando siempre que el carácter común en las guerras del siglo XXI es que la mayoría de las bajas se dan en el bando civil e inocente.

Ya sea Kosovo en 1999, o bien la intervención humanitaria en Filipinas en 1898, el balance del apoyo Occidental deja más bien bastante que desear. Un baño de sangre provocado por la guerra peor que el que se hubiera producido con el dictador, la ineficacia de las tareas militares Occidentales además de los intereses ocultos no son nada alentadores. La intervención libia está patrocinada por las mismas personas que en Francia apoyaron a George W. Bush en Irak (Bernard Henry Levy), o bien que callaron cuando se produjeron masacres durante la Guerra del Golfo en 1991.

El caso de Afganistán ha evidenciado una conclusión negativa en este sentido. Una vez más, no es el sello UN el que convierte por arte de magia una guerra injusta para el pueblo en un conflicto por la libertad. Conflicto en el que se sigue matando a población civil indiscriminadamente, la población rechaza la presencia extranjera, el tráfico de drogas sigue campando a sus anchas y la que las mujeres carecen de los derechos que se les prometió. Por otro lado, el tiempo dirá si la intervención “limpia” de Occidente en el Libia es buena para la población y no escondía intereses ocultos prioritarios para las potencias europeas notablemente o deja tras de sí una guerra civil más sangrienta todavía.

Gadafi se mostraba inestable en su venta petrolífera (pese a haberla transferido a empresas americanas, británicas y canadienses) y un hipotético nuevo gobierno democrático afín a occidente (o al menos en deuda por el apoyo recibido) requerirá de una renovación de arsenal que el sátrapa no estaba dispuesto a llevar a cabo. Europa dormiría más tranquila con un gobierno estable (a nivel mental) en Libia, los astilleros militares españoles, las fábricas de carros de combate alemanas, las líneas de aviones de combate francesas ya salivan con los nuevos contratos a la vista en Egipto, Túnez, Libia…

Imagen final

Todas las fotografías de la imagen superior se han tomado en conflictos en los que Occidente no ha intervenido y en los que su presencia o al menos, su memoria serían convenientes de una forma u otra (no siempre con rifles bajo el brazo). Trata de demostrar que el dolor de una guerra no aparece cuando sale por televisión, si no que es algo común a las personas, ya sean civiles o militares que se encuentran inmersos en guerras de cualquier naturaleza. Obviar unas matanzas y tratar de impedir otras por intereses demuestra la intrínseca maldad de la que está armando Occidente…

 

Fuentes:

Global Security. Información miltar global (http://www.globalsecurity.org/)

Nobel Prize official site. Peace Prize educational (http://nobelprize.org/educational/peace/conflictmap/)

Wikipedia (http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_ongoing_military_conflicts)

Le Monde, artículo de opinión – en francés – (http://www.lemonde.fr/idees/article/2011/03/29/les-indignations-selectives-de-l-occident_1499529_3232.html#ens_id=1481986)

1 comentario:

Aritz dijo...

Buen post, felicidades! El mensaje está claro, y bien argumentado con datos.
Estoy muy de acuerdo en que hay que ser coherentes y no moverse por puro interés no-humanitario pero el interés está muy presente en todos los humanos y no sólo en la geopolítica internacional sino también a nivel nacional, por ejemplo con la reciente ilegalización de Bildu, o las trabas al desarrollo de ciertas tecnologías más verdes por parte de petroleras, o los teatros de los jugadores del barça en el encuentro de champions... por poner unos pocos ejemplos. O incluso en el día a día: por ejemplo yo, ahora mismo, escribiendo en tu blog...


Cuando me invitas a cenar?