Quizá se trata de la noticia de la semana: el que si dice era el principal cabecilla de la organización terrorista Al-Qaeda, uno de los ideólogos de los ataques a las torres gemelas el 11 de Septiembre en 2001 y el líder visible del movimiento terrorista internacional ha sido abatido por un comando de tropas especiales de Estados Unidos. En la noche del primer día de mayo, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, comparecía desde la Casa Blanca para anunciar la noticia y sacudir el mundo con la nueva.
Más allá de lo que va a suponer para muchas personas: un acontecimiento de mesilla del que se hablará el tiempo que los diarios lo quieran (tal como pasó con el terremoto de Japón, la guerra del Líbano, la revolución árabe o muchas más noticias), la muerte de Osama Bin Laden tendrá unas consecuencias geopolíticas considerables. Sin olvidar que occidente se encuentra inmerso en una guerra secundada por Naciones Unidas en Afganistán por culpa del contingente terrorista liderado por Bin Laden, cosa que podría justificar la muerte del líder desde el punto de vista humanitario, la caída de un líder tan carismático y necesario podría significar un debilitamiento enorme no solo de Al-Qaeda si no del yihadismo más integrista…
Sin olvidar las extrañas imágenes vistas en las calles norteamericanas tras la muerte de Osama Bin Laden (las banderas de Estados Unidos agitadas al aire, imágenes de victimas del 11-S, gritos de orgullo y venganza que recuerdan a las muertes de mártires celebradas en los países de Oriente Próximo), ¿qué cabe esperar de este acontecimiento? La situación se presta a un análisis en profundidad para atenerse a lo que pueda ocurrir. Y es que la población norteamericana tienen la sensación de haberse sacado la espina clavada desde el 11-S, el primer día en que Estados Unidos se mostró vulnerable…
Repercusiones para Barack Obama
El primer conjunto de consecuencias se va a dar en Estados Unidos y más concretamente en la Casa Blanca. Desde 2003, Estados Unidos se inmiscuyó en un hervidero: Afganistán primero y Irak posteriormente son conflictos que se están enquistando, continúan causando bajas militares y son caros para América. Lo peor de todo, desde un punto de vista político, es que no se daban nuevas victorias desde hacía tiempo. Obama prometió iniciar la retirada de tropas pero una vez más, el proceso se estaba aletargando sin más noticias. Desgaste político y pérdida de credibilidad fueron encajadas por Barack Obama.
No obstante, este golpe de efecto en la guerra contra el terrorismo (no lo olvidemos, todavía una de las prioridades de Estados Unidos) le permite a Obama granjearse los elogios incluso de George W. Bush: “Es una victoria contra el terrorismo”. Por su lado, Toni Blair, Angela Merkel, José Luis Rodríguez Zapatero, Bill Clinton, Anders Rassmussen y decenas de celebridades políticas han felicitado a Obama por este “éxito”. Hay que destacar que una de las prioridades del presidente norteamericano al llegar a la Casa Blanca fue la de implantar una reforma de la política antiterrorista prometiendo hacerla más eficiente y optimizando la estructura de los servicios secretos (la CIA en cabeza). Pues bien, el principal objetivo ha sido finalmente alcanzado tras diez años de contienda.
Por su lado, incluso la prensa más abierta en Estados Unidos concibe este ataque como un éxito rotundo. Nicholas Kristoff (The New York Times) afirma que la victoria lograda demuestra que “si juegas con América, estás en peligro” a la par que recuerda el “aumento de reputación que supone para Estados Unidos”. Desde hacía mucho tiempo, no se veía un alineamiento tan perfecto sobre una idea en toda la prensa y sociedad americana.
Barack Obama acaba de ganar muchas papeletas para la reelección como presidente de los Estados Unidos y dispondrá durante los próximo meses de un apoyo enorme de su población. Hacia el exterior, su figura se hace ahora más imponente si cabe y desde el interior del país, el presidente norteamericano sale mucho más reforzado. Además, este acontecimiento coincide con un elemento de vital importancia en Oriente Próximo: las revueltas por la democratización…
La coyuntura árabe: Cambio de mentalidad
En efecto, la misión de élite llevada a cabo por Estados Unidos coincide con una poderosa ola de cambio en Oriente Medio. Túnez, Egipto, Libia, Marruecos, Siria, Jordania, Yemen y hasta incluso Irán en su momento (la terrible represión del régimen de Ahmadineyad logró acallar con todo intento de revuelta) son la prueba más fehaciente de que la juventud árabe podría estar tomando otro rumbo. Más allá del mal trato que occidente está dando a esta revuelta árabe, no cabe duda que la mentalidad de las nuevas generaciones está cambiando: obviamente no para convertirse en siervos de occidente, si no para dejar de serlo; pero para hacerlo a través de la democracia. La dignidad de su propio gobierno así como la de la comunidad internacional es lo que buscan estas personas con una revuelta que debería darnos envidia por su idealismo puro y orgulloso.
Todo ello para demostrar que el movimiento anti-yihadista se está imponiendo poco a poco y denota que la idea del terrorismo integrista estaba más bien forzada por unos gobiernos despóticos que veían en ello la forma de mantener a su población cegada por el odio. Todos aquellos que defendían Ahmadineyad y sus aliados ven ahora como esa supuesta buena fe para oponerse a Estados Unidos era en realidad un medio para afianzarse en el poder in eternum. No obstante, conviene plantearse que todavía existen células activas de Al-Qaeda y más concretamente es posible afirmar que la muerte de Bin Laden tendrá una influencia despreciable en el AQIM de Mali y Mauritania, zonas todavía muy sometidas al integrismo y al fundamentalismo terrorista.
Pero aún así, todos estos acontecimientos coinciden con la “decapitación” del líder de la yihad. Todo un éxito para la diplomacia de Estados Unidos que ve como además de ganar apoyos por la victoria militar, logra soportes (o por lo menos pierde enemigos) en el seno de Oriente Medio de forma “natural”, sin intervención bélica.
Osama Bin Laden ya estaba muerto
Por último, conviene relativizar todo lo ocurrido puesto que la figura de Osama Bin Laden no es exactamente la misma que en el inicio de la guerra contra el terrorismo global. De hecho, diversos periodistas y analistas han calificado la muerte “física” de Bin Laden como la segunda muerte del líder terrorista.
Al-Qaeda se ha convertido durante los últimos años en una imagen de marca a la que muchos grupos inconexos se adhieren creyendo formar parte de un ideal de liberación de la opresión occidental. Osama Bin Laden representó en su momento la cabeza visible pero la implacable persecución a la que le ha sometido Estados Unidos le han obligado a postrarse en una mansión en Pakistán sin teléfono ni conexión a internet y por lo tanto a perder su influencia poco a poco. Todo esto a la par que, como se ha descrito, Al-Qaeda pasaba a convertirse en un ideal o herramienta política de control más que un grupo terrorista internacional.
De este modo, Bin Laden pasó a la historia para muchas personas tanto en occidente como en los países árabes (incluso entre las filas de los nuevos terroristas de Al-Qaeda). Dicho efecto de olvido se ha visto agravado por el progresivo auge de los mandos afines a Bin Laden (sus generales) y el uso que han hecho ciertos dirigentes al apoderarse de la marca Al-Qaeda.
En resumidas palabras, Al-Qaeda ha mutado y Bin Laden ya no era el verdadero líder de esta nueva organización. Y por ello, pese a su ostracismo hasta el lunes, y tras su muerte, seguirán habiendo atentados en nombre de Al-Qaeda como los ocurridos en Marruecos fundamentalmente procedentes de las células de Mali y Mauritania (AQIM) y del sudeste asiático.
Se abre una puerta de libertad de maniobras para Barack Obama
Mucho podría especularse sobre si realmente se ha acabado con el gran líder pero más allá de si Osama era una pantomima en la actualidad o no, no cabe duda de que representaba a Al-Qaeda en occidente y por ende en el Oriente Medio anti-occidental. Bin Laden era el ídolo “espiritual” del movimiento terrorista global. La oficialización de su muerte supone para los que apoyaban su filosofía un golpe enorme como lo supone, para todo movimiento de cualquier índole, la pérdida del líder fundador.
La sacudida que Estados Unidos ha asestado al integrismo terrorista, unido a las revoluciones por la dignidad y la democracia que se están dando en el conjunto de los países árabes permiten asegurar que el islamismo radical, integrista, cruelmente politizado y terrorista (que no tiene nada que ver con el islamismo musulmán moderado y mucho más integrador del que hacen prueba las juventudes que ascienden) está pasando por su momento más crítico. Las actuaciones de toda índole (notablemente diplomáticas y militares) que se lleven a cabo entre Estados Unidos y Oriente Medio desde hoy van a marcar el futuro de las relaciones entre los mundos cristiano y musulmán.
Y he aquí donde aparece la oportunidad de Barack Obama. El premio Nobel de la Paz prometió y sugirió una imagen de cambio en la que muchos todavía creemos. No obstante, el bando republicano, los pobres resultados bélicos y las vicisitudes financieras habían debilitado su imagen como líder y empezaba a ser cuestionado hasta en su propio partido. Ahora, dependerá de él de que esta victoria Norteamericana se convierta en una victoria mundial gracias a sus dotes diplomáticas.
En el horizonte y con el principal objetivo de la guerra de Afganistán cumplido, la retirada de tropas (ordenada) debería acelerarse en un movimiento estratégico que podría aportarle el beneplácito de gran parte de la población afgana. Por otro lado, el apoyo más eficiente de las revoluciones en Oriente Medio debería llevarse a cabo: mantener la distancia, dar soporte moral, diplomático y financiero, organizar una hipotética unión entre distintos representantes de las revoluciones de cada país para organizar mejor la defensa de la libertad deberían ser los objetivos a seguir por la administración americana, evitando la intervención directa y poco saludable en el terreno.
La política anti-terrorista de Barack Obama, tan criticada hasta la fecha, recibirá desde hoy el beneplácito de toda la población estadounidense. Su reelección parece más que probable y su libertad política para llevar a cabo los planes que prometió se verá tremendamente aumentada. Obama es desde hoy un presidente fortísimo, de él dependerá aprovechar esta fuerza.
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