domingo, 9 de octubre de 2011

¿Vivimos en un mundo mejor 10 años después de los atentados contra las torres gemelas?

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Recientemente se han cumplido diez años de los terribles atentados contra las Torres Gemelas (Twin Towers) de Nueva York y contra el Pentágono en Estados Unidos. Sin lugar a dudas, el acontecimiento generó unas consecuencias que podrían haber parecido temporales o fugaces: una guerra para perseguir la banda terrorista, un endurecimiento de las condiciones de entrada en el país norteamericano… Todo relativo a la detención de las acciones del grupo Al-Qaeda.

Pero como decíamos, ya han pasado diez años y en lugar de una guerra contra el terrorismo han acaecido dos guerras por el control de una región de vital interés petrolífero (la invasión, totalmente injustificada desde el punto de vista de seguridad nacional a Irak y el asedio a Afganistán que se está convirtiendo en la nueva versión de Vietnam). Además, los controles de seguridad no han decaído y el trato que recibe un turista al entrar en Estados Unidos roza la humillación y vulnera la tan amada presunción de inocencia. Y todo ello con Al-Qaeda en crisis y con su líder, Osama Bin Laden muerto.

Cabe preguntarse si las medidas llevadas a cabo son útiles, certeras y sobre todo, es importantísimo plantearse si la seguridad mundial ha aumentado con las medidas preventivas acometidas desde el 11 de Septiembre de 2011.

 

Justo después del atentado

11sLa sensación generalizada, incluso desde el momento del atentado es que una nueva era estaba a punto de iniciarse. Tras muchos años de historia (concretamente desde la guerra de Secesión de Estados Unidos desde 1861 hasta 1865), Estados Unidos era alcanzado en su propio corazón. Desde un punto de vista estratégico, los terroristas demostraron que la inexpugnable fortaleza económica, financiera, social y tecnológica americana podía ser alcanzada. Muchos norteamericanos y la gran mayoría del resto del mundo se quedaron boquiabiertos y es probable que esta sensación de ataque vital provocó las reacciones, calificables de viscerales, de los Estados Unidos.

En poco tiempo, la administración del Presidente George W. Bush destinó todavía más partidas presupuestarias a la producción armamentística. En 2002, Estados Unidos representaba por sí solo, la mitad de las inversiones militares mundiales.

 

Irak y Afganistán: los comienzos y las consecuencias a día de hoy

El éxito rápido e irrefutable de las operaciones de ataque y derrocamiento de los gobiernos de Irak y Afganistán hicieron pensar por un momento que la poderosa armada aérea, marítima y terrestre de Estados Unidos había retomado el mando del mundo que pensaban poseer.

En efecto, la misión principal del ataque inicial (el control del país mediante la captura de la capital) se llevó a cabo rápidamente. Ambos gobiernos claudicaron rápidamente pero sus últimos reductos se enquistaron escondidos y las sucesivas matanzas alimentaron la mentalidad del “odio al occidental”. A raíz de esto, el conflicto se ha gangrenado y una solución pacífica y conveniente para todos se ve, a día de hoy, utópica.

¿Pero cual es la situación hoy en día? Según Barak Obama, las tropas norteamericanas deberían abandonar el hervidero iraquí para finales del año 2011 o bien, otorgándole el beneficio de la duda a Obama, principios de 2012. Y lo cierto es que el panorama es desolador. Tras de sí, los soldados van a dejar un país sin líder y con un gobierno corrupto que, para colmo de los estadounidenses, se posiciona más próximo de Teherán (y Ahmadineyad) que de Washington DC.

Por su lado, en Afganistán, los dirigentes talibanes derrocados en 2001 y aislados en las desérticas montañas afganas reaparecen ahora con una mayor fuerza y lo que es peor, con un respaldo social mucho más arraigado que antaño (y todo sea dicho, una masa social más radical y que parece haber olvidado los genocidios cometidos por el régimen talibán en la década de los ‘90). Mientras tanto en Pakistán, el vecino aliado de Estados Unidos y pieza fundamental para el apoyo en la región, se tambalea en unas rencillas internas y una crisis existencial que no le permiten apoyar a Estados Unidos como al principio del conflicto y además, ha sacrificado gran parte del estado de bienestar, ya de por sí limitado, a los ciudadanos pakistanís. 

Por último, la persecución obsesiva contra Al-Qaeda, ya sin sus líderes, ha provocado un efecto temible para Estados Unidos: Al-Qaeda ya no se muestra como un enemigo fijo y dependiente de un gobierno dado si no que ha mutado a una forma más difícil de entender y seguir. Tras una ramificación y una extensión fuera de las fronteras afganas, Al-Qaeda ha arraigado en Yemen, Nigeria y el Magreb.

Para la sociedad norteamericana, y bajo la intensa mirada de Barack Obama que intenta terminar con estas guerras para reducir unos costes innecesarios, que han demostrado ser inútiles y que podrían destinarse a reactivar la economía de Estados Unidos. Según el analista y premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, los gastos totales acumulados en ambas guerras se cuantifica de 3.000 millares y 5.700 millares de dólares (¡sí, 5,7·1012 dólares). Este dinero mal destinado, no ha hecho más que apoyar el ahondamiento de la crisis económica. Barack Obama es consciente y sabe que el dinero destinado a armas en Irak y Afganistán no ayuda a disminuir el paro a reactivar la producción ni a otorgar mayor margen de maniobra a su gobierno.

Y todo ello para terminar comentando las constantes bajas humanas que están causando estos dos conflictos en el seno social norteamericano. Ya son muchas las familias que claman por el retorno de sus hijos enviados al otro lado del mundo para luchar por algo que ya nadie entiende… No se olvidan tampoco de las muertes causadas en el país en conflicto que si bien no son visibles por las familias occidentales sí lo son para los ojos diplomáticos occidentales que ven como cada familia afgana o iraquí destruida por un iletrado soldado norteamericano (o un mercenario sin escrúpulos, o por un psicópata británico con ansias de torturar a presos), se convierte con toda probabilidad en un nuevo adepto a Al-Qaeda.

 

Las consecuencias actuales en la sociedad occidental

iraq-war_5244Algunos sectores jóvenes de los países del norte de África han iniciado unas revueltas que por ahora son prometedoras. Pero pese a este hecho ilusionante, pese a la marginalización de los grupos más radicales y peligrosos de Al-Qaeda en las clases más dinámicas del Magreb y pese al debilitamiento de la misma Al-Qaeda (ahora convertida en un grupo dividido, sin rumbo claro y con sus miembros esparcidos por el mundo) en Occidente se sigue escuchando el mismo discurso anti-islamista que, a día de hoy, se traduce en una nueva tendencia de la extrema derecha occidental.

Con todo ello, las minoridades musulmanas están siendo marginalizadas en las ciudades europeas y americanas, las mentalidades occidentales tienden a ceder ante el miedo a la “amenaza islámica” que muchas veces se convierte en “la amenaza musulmana”. Así pues, estos grupos se han recluido en núcleos urbanos y como en muchos otros casos, esta reclusión/marginalización provocan el empobrecimiento de ésta minoridad musulmana. Discriminación, marginalización, pobreza y degradación: una mezcla extremadamente peligrosa que se ha convertido en la semilla del odio que inspira y sostiene la derecha más radical de Estados Unidos y Europa.

La lucha antiterrorista se ha convertido en una bandera-excusa perfecta para los gobiernos afín de mantener un control mayor en la sociedad. En nombre de una seguridad, que las mayorías de las personas no perciben en ningún lugar, (llenar las calles de armas policiales, añadir controles inútiles en los aeropuertos, humillar a los visitantes en las terminales internacionales…) los gobiernos se permiten una serie de actos que habrían parecido imposibles años atrás.

El terrorismo otorga a los gobiernos mano libre y fondos ilimitados para imponer su control y represión a una sociedad cada vez más coartada por unos dirigentes cuyas medidas no dejan de mostrarse una y otra vez ineficaces.

 

La evolución desde el 2001, conclusiones

TSAOLDMANEn primer lugar, hay que ser conscientes de lo son realmente los atentados del 11-S en Nueva York. 3.000 personas inocentes perecieron por un motivo de odio racista y religioso. Pero tampoco hay que olvidar que en el mundo mueren más personas inocentes por motivos de difícil justificación conflictos, algunos de los cuales con la colaboración de Estados Unidos. Y sin ir más lejos, ciudades como Madrid, Londres y Filipinas han recibido atentados terroristas que han incidido fuertemente en las retinas de los ciudadanos próximos.

Toda opinión que se precie tampoco debe olvidar el hecho de que Saddam Husseín y el grupo Al-Qaeda así como los talibanes han encabezado dictaduras extremadamente autoritarias, esgrimiendo en mayor o menor grado el extremismo religioso para justificar torturas, vejaciones y un mal trato constante a la mujer para, como siempre, afianzarse en el poder y poder controlar, de forma mucho más eficiente, a una sociedad aterrada y completamente sometida.

Pero lo importante es comprobar la evolución del balance geopolítico internacional desde aquel año. Antes de los atentados, Estados Unidos iba cediendo poder poco a poco por motivos económicos a los países emergentes que desde la década de los ‘90 han aparecido como alternativas para los inversores mundiales. Brasil, Sudáfrica, India y notablemente China se presentaban como potencias que iban a ser “alguien” en un futuro próximo. Pues bien, ese futuro ha llegado y la deuda americana se sostiene gracias a la financiación asiática y concretamente de China, la India ya no es el débil enemigo de Pakistán y Brasil encabeza un movimiento para la independencia económica de América del Sur.

El 11 de Septiembre de 2001 podría representar tan solo un capítulo más en ésta historia cuyo argumento principal es la basculación de poder. Una basculación que podría ir desde un control central desde Washington hasta una distribución más compleja y asimétrica del poder geopolítico en el mundo.

 

Fuentes:

Le Monde Diplomatique – edición digital, artículo de Alain Gresh (http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2011-09-09-11-Septembre)

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