Era interesante esperar un poco después de la segunda irrupción del volcán Wikileaks en el mundo de las comunicaciones. Cuestión de tomar un poco de retroceso sobre lo que está pasando con las filtraciones del departamento diplomático de Estados Unidos. Antes de entrar en un análisis más concreto sobre la oleada actual, es importante comentar que Wikileaks no acaba de aparecer ahora mismo. Su primera intervención en el mundo fue mucho más interesante y apabullante que la reciente ilusión de “descubrir lo prohibido” sobre las relaciones internacionales. En efecto, gracias a Wikileaks el mundo tuvo la confirmación oficial de que el ejército de Estados Unidos torturaba de forma premeditada a los prisioneros de Irak y Afganistán. También obtuvimos la sospecha fundada de que llevaba a cabo dichas torturas de forma ordenada con el beneplácito del Alto mando. Pero esto fue antes… Ahora Wikileaks ha tenido acceso a unos documentos que lógicamente son confidenciales pero cuyo contenido es totalmente inocuo. ¿Qué es realmente Wikileaks ahora mismo? Es necesario pensar sobre ello para ver lo que realmente hay de interesante bajo la bandera del “Top Secret” que tanto desea explotar Julian Assange.
Observemos primero en qué consiste esta masiva oleada de información confidencial. El diario Bild (Alemania) presentaba un diagrama que sintetizaba bastante bien lo que estaba ocurriendo. En él, se pueden ver todos los cables pertenecientes a la diplomacia Norteamericana que han quedado al descubierto:
Los cables enlazan con el país al que se refieren, el tamaño de los círculos indica el volumen de archivos que han quedado al descubierto sobre el país en cuestión y la escala de colores se refiere al grado de confidencialidad que disponían dichos documentos (verde equivale a libre y rojo a máxima confidencialidad).
¿Pero a qué se refieren estos cables y estos círculos tan misteriosos? Nada más y nada menos que las fichas diplomáticas y las radiografías psicológicas de los presidentes de gobierno, allegados y países asociados llevadas a cabo por los servicios secretos de Estados Unidos para sus respectivas embajadas. A partir de ahí, se obtienen portadas como las siguientes:
Es totalmente lógico que un país disponga de esta información que en sí, no constituye ningún atentado contra la integridad de ninguna persona. En definitiva, lo que contienen estos documentos son las tendencias que la Casa Blanca piensa que los países con los que tiene relaciones diplomáticas tienen (el rumbo geopolítico de Corea del Norte, las ideas sobre Irán países cercanos a dicho estado…) y descripciones de los gobernantes necesarias para llevar a cabo cualquier negociación. En definitiva: polvo. Cito un ejemplo que filtra el New York Times:
“¶ Suspicions of corruption in the Afghan government: When one of Afghanistan’s two vice presidents visited the United Arab Emirates last year, local authorities working with the Drug Enforcement Administration discovered that he was carrying $52 million in cash. With wry understatement, a cable from the American Embassy in Kabul called the money “a significant amount” that the official, Ahmed Zia Massoud, “was ultimately allowed to keep without revealing the money’s origin or destination.” (Mr. Massoud denies taking any money out of Afghanistan.)”
Asuntos que dan mucho que ganar a Wikileaks y a su manager (la estrella mediática Julian Assange) y mucho que perder a Estados Unidos. Y solo cito a ellos dos porque al resto del mundo, aunque no nos lo creamos, no nos aportan nada estas noticias que todos conocíamos (o ¿acaso pensábamos que un diplomático se entrevista a ciegas con su interlocutor cuando se trata de dólares o bombas nucleares?). Con toda la legalidad, la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, condenó la publicación de archivos confidenciales pertenecientes a la diplomacia americana, como lo publica el New York Times en su edición digital:
“Secretary of State Hillary Rodham Clinton and American ambassadors around the world have been contacting foreign officials in recent days to alert them to the expected disclosures. A statement from the White House on Sunday said: “We condemn in the strongest terms the unauthorized disclosure of classified documents and sensitive national security information.”
Es momento para concluir. El periodismo tiene una función: informar, investigar y descubrir a la opinión pública de hechos de actualidad. Analizar hechos ocultos a los ojos del mundo. Pero lo que no debe hacer el periodismo es servir la hipocresía y lo que está ocurriendo con esta nueva oleada de Wikileaks (a diferencia de la primera) es exactamente eso. ¿Alguien considera verosímil que un embajador de Estados Unidos vaya a negociar con el presidente de Irán, o con los presidentes de sus estados colindantes, sin tener información sobre su perfil personal? Es una tontería.
No solo es una tontería sino que es totalmente lícito y comprensible. Lo que nos conduce a la noción de confidencial: no por ser confidencial tiene interés para la opinión pública y este es el caso. Los archivos que tienen interés para la opinión pública son los archivos clasificados que avergüenzan un país bien porque demuestran su implicación en asuntos ilegales o porque muestran comportamientos no tolerables. Disponer de una lista de personal oficial, diplomático o similar con sus características no es ningún crimen, ni ninguna ofensa y además, este robo de información que ha llevado a cabo Wikileaks no tendrá mayor consecuencia que entorpecer las relaciones del presidente Barack Obama: el más abierto de los últimos años.
Francia, España, Inglaterra, Alemania, Italia y los demás 188 países del mundo disponen de unos archivos exactamente iguales. De lo contrario jamás podrían negociar ni entrevistarse con nadie de forma seria. Por eso me indigna seguir viendo esta obsesión por descubrir cosas que no tienen ningún interés para la opinión pública. Wikileaks podría investigar la política de exteriores israelí, o las corrupciones políticas en Irán durante las últimas elecciones o temas de mayor interés que el retrato psicológico de la diplomacia americana… Pero Estados Unidos vende mucho más que los demás países…
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