sábado, 21 de noviembre de 2009

El sistema Galileo…

No deja de ser gracioso el constante juego de visiones que nos enseña la Union Europea… Hoy mismo todo el mundo estaba contento: un individuo de Barcelona es el director de el programa Galileo y está a punto de salir al mercado (en fase de pruebas). La sede de este sistema de satélites se desplazará a Barcelona (¿Quizá porque el director es de esta ciudad?), ciudad sin cultura aeronáutica y con todavía la palabra “aeroespacial” por añadir al diccionario.

Destacar que en Barcelona tan solo existe una Universidad que ofrece 60 plazas para una carrera aeronáutica sin ningún prestigio en esta Comunidad Autónoma. Pero eso sí, tendremos una sede Europea del gran puntal tecnológico contra los Estados Unidos. Si Airbus se enfrenta a Boeing, el Galileo se enfrentará al GPS.

No obstante, tras este alarde de fuerza en I+D, se votan a unos políticos sin experiencia Europea. O mejor dicho, sin experiencia en política internacional ni Europea. Herman Van Rompuy y su segunda no podrán sostener la fuerza que Javier Solana y otros dejaron el cargo. ¿Beneficiarios? Francia y Alemania. Sarkozy y Merkel insistieron en estos mandatarios Europeos débiles y sin iniciativa dejando manos libres al total control Europeo por parte de Francia y Alemania. Cuando interesa unirse, nos dicen que estamos unidos. A la hora de la verdad, solo se ven fisuras e intereses.

Cito un artículo que me parece muy interesante del diario El País (Enric González, 20/11/2009)

Cuando el fútbol era un juego, podía ser limpio o sucio. Generalmente, era una combinación de ambas cosas. Y al juego sucio, cuando no incluía violencia, se le llamaba "picardía". Engañar al árbitro formaba parte del juego. La aparición de la cámara alteró la percepción del juego: las trampas podían verse todas las veces necesarias. Pero el fútbol tenía aún mucho de juego cuando Maradona hizo la trampa más célebre: aquella "mano de Dios" en el Argentina-Inglaterra del Mundial 86.

El fútbol, ahora, ya no es un juego. Es, por encima de todo, un espectáculo televisivo que mueve miles de millones. La propia FIFA lo asume: cambia las reglas cuando le conviene, como en la selección de cabezas de serie en el Mundial de Suráfrica, para asegurarse la máxima audiencia posible. No creo en conspiraciones. No creo que el árbitro del Francia-Irlanda se equivocara a propósito. La mano de Henry la vio todo el mundo menos él. La cuestión es que el espectáculo televisivo sólo soporta la trampa cuando está pactada y aceptada de antemano, como en el pressing catch: es comedia y se consume como comedia. El boxeo, que siempre vivió entre amaños, no pudo soportar que la farsa se viera en pantalla; dejó de ser un meganegocio, como lo es ahora el fútbol, y se quedó en negociete.

Da lo mismo que el espectáculo sea una ficción. Lo esencial es que resulte creíble. Algo parecido ocurre con la política. Se ha convertido en un espectáculo basado en dos ficciones: la primera, que se desarrolla a la vista del ciudadano; la segunda, que el ciudadano es, en último extremo, quien decide. Como en el pressing, la trampa es lícita si complace al espectador.

El funcionamiento de la Unión Europea rompe con esa doble ficción pactada. Su política se ejerce de modo invisible y no hace esfuerzo alguno por implicar al ciudadano. La UE no existe como fenómeno televisivo. Sabemos que hay trampas, pero ni se nos muestran ni se nos ofrece la ilusión de castigarlas. ¿Cómo creerse ese juego?

Parece, como apunte final, que Estados Unidos está hoy en día más preocupado por el emergente Oriente que por la vieja Europa. Cosas del destino, será que nos ven demasiados débiles como para suponer una amenaza estratégica… ¿Debería Europa preocuparse más por sí misma en lugar de luchar por un liderazgo mundial imposible ahora mismo?

No existe la Europa que nos quieren hacer creer, no hay ninguna Unión, los ciudadanos de países Europeos no votan en favor de Europa… Solo existe el motivo por el que se creo la Unión Europea: un nexo económico que conviene a muchas empresas y países.

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