Tras 140 años Japón, el país del sol naciente y también el país de los terremotos, ha sucumbido a un terremoto de envergadura brutal. 8,9 grados en la temible escala de Ritchter lo que estadísticamente significa:
- Un terremoto de envergadura grande
- Un terremoto que suele darse con una media de una vez al año
- Con capacidad estadística para causar graves daños en zonas a un radio de varios cientos de kilómetros respecto el epicentro
Si a esto se le añade el tsunami que ha generado el movimiento sísmico, los daños contra los que se podía preparar Japón eran gigantescos. Y de hecho lo han sido. El país mejor preparado para los temblores sísmicos ha sufrido un golpe fortísimo en su estructura. Pero como en muchas otras ocasiones, detrás de todo el daño material aparece el daño más importante: el dolor humano. Ya se cuentan 1.700 muertos y sin duda, la cifra no dejará de aumentar en los próximos días puesto que se cuentan 9.000 desaparecidos. Enterrados bajo los escombros y sobre todo hundidos bajo la ola que ha asolado el litoral pacífico del país, muchas personas van a perecer por desgracia.
Para rematar la crisis humana, una central nuclear presenta fugas radioactivas. 45.000 personas evacuadas por riesgo a contaminación aunque las primeras inspecciones demuestran que el accidente nuclear podría controlarse.
Occidente debe apoyar las tareas de rescate ahora que todavía se pueden salvar personas enterradas por el primer temblor y las sucesivas réplicas que se están sucediendo. Los expertos en energía nuclear deben trasladarse a la zona de Fukushima para aportar la experiencia a la crisis radioactiva. Por su parte, las autoridades niponas deben clausurar su hermetismo y poner en relieve la vida de sus ciudadanos ante el honor, los secretos de sus centrales y demás aspectos estratégicos.
Desde este humilde espacio de internet, quisiera enviar un mensaje de apoyo a todas las personas que en mayor o menor medida están afectadas por el seísmo.
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