Podría hasta juzgarse como una aventura romántica… La plaza de la Liberación, en Egipto, encabeza la lucha por la democracia total. La mayoría de las personas en occidente tan solo hemos “vivido” guerras por la libertad desde el cine o los libros de historia. Las batallas de Estados Unidos por una supuesta libertad tampoco nos han conmovido por sus intereses ocultos (quizá ni siquiera ocultos) como el petróleo en Irak ‘91 o el control de oriente medio en Afganistán e Irak… Y hoy, como por arte de magia, empieza a llegarnos por todas las tecnologías que tenemos al alcance, como el Twitter, los móviles o internet, que personas se están manifestando en el mundo árabe por la libertad. El lugar elegido como epicentro: la plaza de la liberación de El Cairo, en Egipto. ¿Qué se esconde detrás de esta revuelta, iniciada por Túnez y encabezada por Egipto? Tras mucho tiempo esperándolo, parece que los manifestantes han salido a la calle por unos intereses propios y sin más objetivo que la libertad. Prueba de ello es el desconcierto y la cautela que muestran todas las potencias occidentales.
Lo que está ocurriendo
El 17 de Diciembre de 2010, Mohammed Bouazizi, un habitante de Túnez que circulaba con su carrito lleno de verduras se negó a pagar a la policía del rey Ben Alí una cantidad que le exigían ilegalmente para dejarle vender (como ya le había ocurrido tantas veces). Esta vez, se le confiscó toda la mercancía, se le humilló públicamente y se le robó el carrito. Tras ser ignorado en la comisaría en la que puso la denuncia e insultado en la delegación del gobierno, Mohammed perdió todas las ganas de vivir. Desesperado y sin ninguna ilusión por su futuro, compró un bidón de petróleo, se vertió el combustible encima y se prendió fuego delante de dos policías. Murió una semana después en el hospital totalmente calcinado.
Esta ha sido la “llama de la democracia”, la fuente y el origen del clamor democrático que se oye con tanta insistencia desde Oriente Próximo. ¿Cual es la situación actual en el mundo árabe? y ¿en qué medida está afectando esta ola de revolución a Oriente Medio? El siguiente esquema trata de resumir lo que está ocurriendo desde las revueltas de Túnez sin dejar de mirar a Egipto, principal ariete del mundo árabe para la democratización así como en los demás estados de Oriente Medio:
Y por fin Egipto. El martes 25 de Enero estalla la revolución en país de las pirámides gobernado por un “faraón”: Hosni Mubarak. La revuelta plantea su fuente social en todo tipo de orígenes: cristianos y musulmanes, estudiantes, obreros, médicos e incluso el premio Nobel de la Paz Mohamed El Baradei. Desde la fecha hasta el día de hoy, los manifestantes se reúnen cada día a tiempo completo o combinándolo con su trabajo en la plaza de la independencia de El Cairo. Precisamente, es esta combinación con el empleo normal que hacen parecer que Egipto vive en plena tranquilidad. Ilusión que los medios afines a Mubarak proyectan hacia el exterior del país pero que según los periodistas desplegados a la zona, no es cierta: Egipto parece estar en plena revolución. Y finalmente, Hosni Mubarak dimite el 11 de Febrero 2011.
No obstante, pese al impulso laico y conciliador del movimiento, las fuerzas afines a Hosni Mubarak (policía civil y militar pero no el ejército) y los manifestantes han protagonizado diversos disturbios en el seno de la ciudad. Según la ONU y diversas organizaciones no gubernamentales, la cifra de muertos en Egipto ya alcanza la cifra cercana a los 350 muertos aunque con la partida del presidente y su vicepresidente, la tensión se va a diluir poco a poco.
Es importante destacar que en una acción de estrategia, que como veremos también han seguido diversas potencias occidentales, el ejército mantiene su silencio y ha optado por la estrategia oficial de no tomar parte en los tumultos hasta el final, momento en que ha tomado el mando de forma pacífica tras la dimisión de Mubarak. Pese a los posibles intereses que presenta la opción de la espera, lo cierto es que en el seno del ejército egipcio existe una enorme división entre los partidarios de Mubarak (los 3 últimos dirigentes han salido de las filas armadas) y los afines al cambio que solicita su población. De hecho, el recientemente elegido sucesor de Mubarak, Omar Suleimán también se formó en el ejército. No obstante, Suleimán ha tomado parte en el conflicto y ha elaborado una hoja de ruta para una transición pacífica que ha presentado a los diversos partidos políticos de la oposición, notablemente a los Hermanos Musulmanes (el partido más bien organizado y que de momento, es candidato a ganar las elecciones – islamista aunque declara que su participación en la revuelta es ajena a motivos religiosos). Aunque parece que no va a tener mucho futuro puesto que Omar Suleimán también ha dimitido.
Falta el presidente. Hosni Mubarak, en el gobierno desde 1981 tiene 82 años. Fuerte aliado norteamericano, el curso de los acontecimientos lo han condenado. Considerado por todos como una “momia” política, Mubarak se aferraba al poder que había prometido abandonar a lo sumo, en las elecciones de Septiembre. Sus recientes medidas como la formación de un nuevo gobierno, el aumento de sueldos a funcionarios o algunas promesas no han convencido a la población sublevada y finalmente se ha visto obligado, a través de presiones internacionales y la de su propio pueblo, a dimitir.
Notable es también el mando que presenta la juventud en esta revuelta egipcia. Jóvenes instruidos como Wael Ghoniem (ejecutivo de Google en Egipto y encarcelado durante 12 días) es el nuevo líder de la revolución. Sus recientes lágrimas derramadas en un programa televisivo han logrado movilizar a una gran multitud de personas por los principios que promueve.
La posición de las potencias regionales y mundiales
Conviene describir la posición de las potencias influyentes en la región. Obviamente, Estados Unidos es el principal actor extranjero. Hasta la fecha, Egipto era un pilar fundamental en Oriente Próximo para norteamérica. Apoyando la política de la potencia americana en lo referente a Israel, en la guerra de Irak o Afghanistán y tradicional aliado en todos los conflictos bélicos americanos en la región, Egipto era la base en el mundo árabe de Estados Unidos. Quizá por este motivo, las declaraciones oficiales de la Casa Blanca, incluidas las de Barack Obama han sido breves y en defensa del pueblo llano pero en ningún caso comprometedoras.
Estados Unidos está a la espera y tan solo ha sacrificado una carta: Hosni Mubarak. Obama declaró que “el futuro del pueblo será decidido por el pueblo”. De este modo, la administración Obama aboga por que el centro de decisiones esté en Egipto y no en Washington. Así pues, Estados Unidos mantiene un espacio de maniobra política para intervenir geopolíticamente en el país tras el cambio de gobierno. Una intervención diplomática americana demasiado evidente sacrificaría toda opción de influencia posterior.
Por su lado, Israel presenta una posición mucho menos observadora y teme la ascensión al poder de los Hermanos Musulmanes. La sensación de encierre en la que está inmerso Israel está agobiando a sus diplomáticos. Egipto era el último país no musulmán (oficialmente) y aliado de Israel en contacto con sus fronteras. Sorprendidos por el comportamiento de Estados Unidos que ha dado la espalda a Mubarak, la administración de Benjamin Nethanyahu se está viendo forzada a mantener un silencio expectante pero muy tenso y lleno de “cables” entre las embajadas aliadas. Los acontecimientos y sobre todo la escalada o no de los Hermanos Musulmanes definirá la estrategia de Israel. Cabe destacar que Egipto representaba un nexo de conexión con occidente para Israel, al ser el mediador en los conflictos Israelo-Palestinos hacia occidente.
No obstante, la reciente elección de Suleymán como vicepresidente egipcio (a la espera de la desintegraciónn de Mubarak) ha satisfecho los intereses israelíes. Formado en el ejército, enviado a Rusia para completar su adiestramiento, director de los servicios de inteligencia egipcios (EGIS) desde 1993 ha sido una persona muy influyente en las relaciones diplomáticas entre Israel y otros países de Oriente Medio. Se dice que su influencia es mayor que la del líder del MOSAD. Suleymán es afín a la política Israelí y por lo tanto, se convierte en un elemento tranquilizador por momentos. Pese a su dimisión, el ejército está siguiendo la misma línea de tranquilidad.
Por último, Irán también ha adoptado su estrategia. Consciente de que todo occidente observa Egipto con lupa para evitar que se reproduzca el caso de Irán en 1978 (una revolución derrocó al Sha para instaurar un gobierno en principio moderado, que luego se convirtió en un régimen islamista y dictatorial) ha optado por una posición de fuerza. Realidad que, ligada al hecho de que influencia de Teherán en la región se está debilitando por la posibilidad de disponer de arsenal nuclear han hecho optar a Teherán por una estrategia de control.
Así pues, la estrategia del gobierno de Ahmadineyad podría parecer hipócrita a los ojos occidentales pero no resulta ser tan simple. Su objetivo, la población más analfabetizada y menos capaz de entender lo que ocurre por la inconexión, está recibiendo mensajes tergiversados en los que el gobierno iraní asegura que “la ira de los revolucionarios ser orienta hacia los líderes laicos, con apoyo occidental”. Nadie recuerda que hace 13 meses Ahmadineyad, con el apoyo de Ali Jamenei ordenó el aplastamiento de las manifestaciones que criticaban su reelección mientras que ahora fomenta el apoyo a la revolución. Irán se muestra cauto, dispuesto a negociar y del lado del pueblo.
Otro problema creciente en el seno de Irán es el aumento del sentimiento de fracaso de los jóvenes iraníes. En efecto, las publicaciones en la red (blogs, foros y prensa juvenil) demuestran un cierto tono de envidia en referencia a lo que Túnez ha logrado y Egipto parece que va a lograr. De hecho, tras el estallido en Egipto, en Irán se leían en la calle inscripciones que rezaban: “Ellos lo lograron, nosotros no”. El gobierno de Ahmadineyad se decantará por tanto por una posición de refuerzo en busca un posible nuevo aliado y una reagrupación en torno a la idea del islamismo más radical.
¿Hacia donde va Egipto?
La primera pregunta que nos hacemos es el motivo por el que Hosni Mubarak ha estado resistiendo tanto tiempo en el poder. ¿Tieníe esperanzas de permanecer en él?, o bien ¿realmente cree que su partida supondría el caos en Egipto (como lleva vaticinando desde que se inició la crisis)?. Lo cierto es que a partir del momento en que su policía vuelve a los cuarteles dejan de existir enfrentamientos religiosos en las calles. De hecho, Mubarak siempre ha incentivado el conflicto entre musulmanes y cristianos para mostrarse como la única solución a la ecuación. La respuesta a sus ofertas de transición de los partidos opositores podría ser un buen indicio para saber cuales son realmente sus intenciones. De momento, la población no está satisfecha con su plan de transición ni sus ofertas pseudo-liberadoras. Resultado: dimitido.
Por otro lado, y pensando en el futuro de Egipto, hay que destacar el impacto económico que esta revuelta tiene sobre el país. Sectores como la hostelería y el turismo ya se han posicionado al lado de Hosni Mubarak en busca de una estabilidad que temen perder con un gobierno que presente entre sus siglas la palabra “musulmán”. Palabra que asocian directamente a la baja del codiciado cliente europeo y americano.
Su bolsa, cerrada desde el inicio de la revuelta y que no se abrirá hasta el domingo es el reflejo del desplome de la libra egipcia. El gobierno de Mubarak ha optado por la emisión de una deuda por valor de 2.000 millones de dólares a un alto interés (de 11,6%). Un cambio de gobierno podría debilitar aún más esta situación y los años venideros podrían ser muy duros para la sociedad egipcia si dicho gobierno no muestra ciertas propiedades que atraigan a los inversores extranjeros.
Pero cierto es, como pasó antaño en Estados Unidos, Francia, Portugal o España que un tiempo de penuria económica es el precio a pagar por la libertad y la democracia. España sufrió una tremenda crisis tras la desaparición de Francisco Franco pero el pueblo estaba dispuesto a apostar por el cambio antes que por una supuesta estabilidad basada en un régimen continuista. Si a esto se le añade el hambre de libertad que presenta la juventud de Oriente Medio (la fracción mayoritaria de la población) adquirida gracias a las nuevas tecnologías de comunicación y el alto nivel de instrucción que presenta en Egipto, este movimiento de cambio presenta unas bases más que fundadas para lograr la tan ansiada transición. Realmente es emocionante escuchar el testimonio de practicantes cristianos que aseguran haber podido rezar gracias a la protección de sus compañeros musulmanes durante los ataques policiales y viceversa. Esta idea de unión, que sin quererlo ha promovido Mubarak, debe ser la base del futuro gobierno de Egipto si finalmente se da.
También hay que tener en cuenta la poderosa variable militar. El ejército egipcio lleva en el poder desde 1952 a través de 3 presidentes (Nasser, El-Sadat, Mubarak). Su silencio hace suponer que existen muchos intereses detrás como por ejemplo su tremenda importancia como actor económico. Controlando la industria civil y militar relacionada con el armamento, es fiel comprador de Estados Unidos, Alemania y Francia y habitual suministrador de componentes a Israel, Emiratos Árabes y otros países de la región. Su reciente llegada al poder parece dirigirse en una línea tranquilizadora y asegura la transición política.
Las opciones de futuro
Estados Unidos ha optado por dejar que las decisiones se tomen en Egipto y no ha intervenido en la derrocación del líder Hosni Mubarak (al menos de una forma directa o oculta). Por fin se deja atrás la presuntuosa e insoportable superioridad occidental que, supuestamente, le autorizaba a poner y quitar democracias donde quisiera y que nos hacia pensar que la democracia era únicamente un invento occidental. Así pues, el futuro de Túnez y el de Egipto está ahora mismo en las exclusivas manos de la población movilizada en ambos países. De su deseo por seguir ejemplos como el de Turquía, o de comprender que el islamismo no es una opción entre la dictadura y la democracia dependerá el futuro de su libertad. Occidente por su parte, debe dar todo el apoyo en materia de experiencia y aprender de los errores. La hipocresía de apoyar la democracia en Irak, pero luego mantener dictadores afines no es una solución infinita que acabamos de aprender con una lección que a muchos habrá dejado boquiabiertos: en Oriente Medio también entienden la palabra libertad.
Retomando la idea del miedo a un “remake” de lo ocurrido en Irán ‘78, Egipto tiene que saber jugar sus bazas en este nuevo reparto de cartas. De ahora en adelante, si el caso tunecino y egipcio funcionan, occidente comprenderá al fin que ya no tiene surtidores infinitos en Oriente Medio, si no aliados con capacidad para decidir. Todavía es temprano para conocer las intenciones diplomáticas de un hipotético nuevo gobierno egipcio elegido democráticamente, pero si el caso llega, la búsqueda de aliados y la postura de la mediación podrían ser decisiva para su futuro. Una mala elección podrían aislar Egipto del mundo (aliarse con Irán) y a la larga despojarle del menguante campo de influencia del que dispone en Oriente Medio. O también podría dejar Egipto sin conexión con sus raíces árabes (alianza incondicional con Estados Unidos o Israel) separándole de un mundo al que pertenece y del que es máximo representante.
Para finalizar, quisiera comentar una cita aparecida en el diario El País de André Glucksmann (filósofo):
“Decir Revolución y Libertad no es decir necesariamente democracia, respeto a las minorías, igualdad entre los sexos, buenas relaciones con los demás pueblos. Todo eso está por conquistar. Demos la bienvenida a las revoluciones "árabes", que están destrozando la falsa fatalidad. Pero, por favor, no exageremos la adulación: todavía tienen por delante todos los peligros, incluso los más graves. No hay más que recordar nuestra historia: el futuro no tiene garantías.”
En Egipto el 80% de las personas aboga por la pena de muerte si se cambia de religión, cree conveniente que a un ladrón se le corte la mano, aprueba la lapidación por adulterio y no ve con buenos ojos un estado laico. Esto son algunos indicios que deben servir para que los que amamos la democracia y la libertad, no demos por hecho que Egipto ya es una democracia. El camino es largo y este primer paso dista muchísimo del éxito, de la estabilidad y de la libertad. Pero sí, se trata de un paso necesario para la consecución de lo que ahora mismo, todos los Egipcios que están en la calle desean: la libertad.
Fuentes:
Le Monde Diplomatique (edición francesa, febrero 2011)
El País (edición online) www.elpais.com
Wikipedia www.wikipedia.com
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